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El murmullo de la manzana

de Miguel Rasero

Del 2 al 26 de octubre. Inauguración, 2 de octubre a las 20:00 h

Miguel Rasero nace en Doña Mencía (Córdoba). Actualmente comparte su residencia entre Sant Joan Despí y Arnes (Terra Alta).
El propósito de la pintura no es dejar las cosas claras, sino profundizar en su misterio. Colorear naturalezas muertas no consiste en capturar o registrar una composición de objetos sobre una mesa, sino en intensificar y hacer más misteriosa la extrañeza absoluta de la luz cuando los atrapa.

El propósito de pintar lo doméstico y familiar es ugar con el propio concepto de familiaridad. Así, la energía de una pintura no procede de la creación de una imagen, sino de su quiebra, de la desfamiliarización de colores, texturas y sombras. A partir de esta fragmentación, de lo sólido, emerge una nueva manera de ver las cosas.

En el caso de los bodegones de Miguel Rasero, la desfamiliarización es doble. El artista no sólo está creando una imagen fresca a partir de una escena doméstica; a menudo también está haciendo alusión, tanto a lo sutil como directamente, a representaciones anteriores de estas escenas.

Su objetivo es, en principio, ser irreverente e irónico. Pero cuando se pone a trabajar creando formas y texturas, otra cosa va tomando el control. El artista permite que la obra de pintores anteriores more en su pintura como sombras o flujos subterráneos, pero es su propia visión sobre la textura, el color, el detalle, o la composición la que empieza a dominar. De este modo, se desencadena un juego, o una batalla, entre el conocimiento que tenemos otros pintores que se aproximaron a este género, ya fuera trabajando desde el realismo extremo, el cubismo analítico o, incluso, el collage, y lo que percibimos ahora, la singular visión de un singular pintor que deja su impronta visual en el bodegón.

En la obra de Miguel Rasero es fascinante estudiar la atención entre la imagen única, bella, cautivadora y armoniosa, y el conjunto, más complejo y arduamente trabajado, de texturas y tonos opuestos que la componen.


A Rasero le encantan las texturas irregulares y las sombras sugerentes.

En las sombras, listos para saltar, están Picasso, Braque y Juan Gris. A veces, Rasero les evita, en otras ocasiones, abraza su imaginario, como si sus obras emblemáticas fueran también objetos sobre una mesa con los que jugar, o parodiar y de los que apropiarse de la pintura.
Texto por el catálogo de la exposición “Bodegones” en Córdoba, de Colm Tóibín.

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